El club de los sueños compartidos #5
Quinto capítulo de una serie de relatos compartidos entre unos cuantos locos y locas de la comunidad hispanohablante de Substack. ¡Vamos a ver qué historias salen de estos encuentros oníricos!
Esta no es mi típica carta, ni sé muy bien qué espacio ocupa entre la temática de este Substack. Pero si me lees sabes que considero escribir una medicina y, aunque me inclino más hacia la escritura personal, también disfruto como una enana de dejar volar la imaginación. Así que no pude resistirme a la propuesta de Cristina de escribir este relato a 16 manos.
Quizás esto sea el inicio de una sección de ficción en Más allá del asana, quizás quede en una experiencia aislada. ¡Quién sabe! Por ahora espero que encuentres un ratito para la lectura esta Navidad y disfrutes de esta serie de relatos oníricos la mitad de lo que estamos disfrutando nosotros creando y conociéndonos unos a otros.
Antes de empezar este capítulo, ponte al día con los anteriores:
¿Ya los has leído todos? ¡Vamos a por el cuarto capítulo!
Mantengo los ojos cerrados con fuerza. No quiero abrirlos, quiero seguir sumido en la oscuridad y que se acabe esta locura. No sé lo que está pasando y no quiero saberlo. ¡Solo quiero volver a dormir profundo y despertar descansado sin recuerdos de mis sueños!
Ya llevaba varios meses durmiendo mal, desde que decidí liarme la manta a la cabeza y abrir mi propia oficina. Era el paso lógico dados mis resultados comerciales, pero creo que infravaloré los dolores de cabeza que traería aparejados. Desde que encontré el local adecuado para la nueva oficina y la cosa se puso seria, no consigo dormir sin tomarme un vasito de whisky para relajarme y tampoco puedo hacerlo por más de cuatro o cinco horas. Pero es que en las últimas dos semanas la cosa ha empeorado tanto que ya no duermo más de 15-20 minutos seguidos y, aún encima, estoy teniendo unos sueños extrañísimos y muy muy vívidos.
Estoy siempre en el mismo lugar, una habitación con lucecitas de colores en las paredes, y con la misma gente, gente que no conozco de nada y que tampoco tengo ningún interés en conocer, ¡vaya panda de raritos! Hay una señora que parece no haberse mirado al espejo en mucho tiempo, un viejo con cara de amargado, un crío flaco y encorvado al que parecen haberle chupado las ganas de vivir, un tipo de mi edad de quien no me creería ni una palabra que saliera de su boca, una chica de ojos verdes que podría ser guapa si levantara más los ojos de esa libreta infantil que lleva, un tío bajito y de rizos con olor a lonja y un gusto en ropa cuestionable y una morocha torpe de treinta y pico con pinta de ser virgen. ¿Qué hago yo con esta gente?
Hoy ya he estado allí y ahora he conseguido volverme a dormir, creo. Pero no me atrevo a abrir los ojos porque no sé si es peor la vigilia o este puto sueño repetitivo en el que nunca pasa nada. Antes nunca recordaba mis sueños, excepto en ocasiones contadas. Ahora me levanto cada día con la duda de si lo he soñado o lo he vivido de lo real que parece todo. Me hace recordar a una colgada que trabajó un par de meses en la inmobiliaria y decía que hacía viajes astrales… ¡lo que nos pudimos reír de ella!
Joder, me está empezando a doler la cabeza y me doy cuenta de que no solo aprieto mis ojos, también me estoy destrozando las muelas de lo fuerte que aprieto la mandíbula. Abro la boca para relajarlo y en un reflejo automático abro los ojos también… ¡Vuelvo a estar aquí de nuevo!
Suspiro frustrado y maldigo mi suerte antes de mover la cabeza por la sala para comprobar que seguimos allí los ocho sospechosos habituales.
Uno, dos, tres… ¡puf! El número cuatro se esfuma ante mis ojos tras gritar algo sobre resolver un puzzle. Entonces veo un cartel cerca de él: “Prohibido hablar. Expulsión inmediata”.
- Si, si, siiiii, joder, sacadme de aquí a mí también - grito eufórico por haber descubierto una posible vía de salida de esta puta locura.
Todo a mi alrededor se pone borroso, la gente comienza a desaparecer y yo me despierto en mi cama. Me froto los ojos y miro el móvil. Son las cuatro y media de la mañana. Todavía puedo dormir un par de horas más. Convencido de que ahora sí podré descansar, cierro los ojos y me vuelvo a acurrucar en la cama sonriendo.
Si te ha gustado, no dudes en seguir a Carla, Samuel y Kirpalson para no perderte la continuación de esta historia.
Te deseo unas muy felices fiestas, un final de año amoroso y un principio prometedor.
¡Nos leemos!
PD: Recuerda que dejando un comentario o un corazón me ayudas a saber qué contenido te gusta más y, por supuesto, me das motivación para continuar ;)
"No sé si es peor la vigilia o este puto sueño repetitivo en el que nunca pasa nada." ¡Quiero seguir leyendo, gracias Alba!
Me ha encantado el giro!! Qué interesante perspectiva!! Los que están ahí porque saben que están ahí y quiere conseguir/resolver algo y los qué dicen... "Pero...¿¿qué narices??